13 —¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! —respondió Pablo—. Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén.
14 Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando:—¡Que se haga la voluntad del Señor!
15 Después de esto, acabamos los preparativos y subimos a Jerusalén.
16 Algunos de los discípulos de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, donde íbamos a alojarnos. Éste era de Chipre, y uno de los primeros discípulos.
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los creyentes nos recibieron calurosamente.
18 Al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes.
19 Después de saludarlos, Pablo les relató detalladamente lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.