23 y Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón.
24 Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron:—¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo con franqueza.
25 —Ya se lo he dicho a ustedes, y no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que me acreditan,
26 pero ustedes no creen porque no son de mi rebaño.
27 Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.
28 Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano.
29 Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar.