27 Sin que éste sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla.
28 La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga.
29 Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
30 También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo?
31 Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay,
32 pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra.»
33 Y con muchas parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender.