22 Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios;
23 pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.
24 ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?
25 ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.