7 Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que cayó sobre ellos un gran temor, y huyeron para esconderse.
8 Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión; y no quedaron fuerzas en mí; antes bien, mis fuerzas se convirtieron en debilidad, sin retener yo vigor alguno.
9 Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.
10 Y he aquí, una mano me tocó e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos.
11 Y me dijo: Daniel, varón muy amado, entiende las palabras que te hablaré y levántate sobre tus pies, porque a ti he sido enviado ahora. Y mientras hablaba esto conmigo, me puse de pie temblando.
12 Entonces me dijo: Daniel, no temas, porque desde el primer día en que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras, yo he venido.
13 Pero el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí, Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y me quedé allí con los reyes de Persia.