6 y cualquiera que no se postre y adore, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiente.
7 Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento musical, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
8 Por esto, en aquel tiempo algunos hombres caldeos se acercaron y denunciaron a los judíos.
9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Oh rey, vive para siempre.
10 Tú, oh rey, has dado la ley de que todo hombre al oír el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento musical, se postre y adore la estatua de oro;
11 y el que no se postre y adore sea echado dentro de un horno de fuego ardiente.
12 Hay unos hombres judíos, a quienes tú pusiste sobre los asuntos de la provincia de Babilonia; Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos hombres, oh rey, no te han hecho caso; no sirven a tus dioses ni adoran la estatua de oro que tú has levantado.