16 Oh Señor, conforme a toda tu justicia, apártense, te ruego, tu ira y tu furor de sobre tu ciudad, Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados y por las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.
17 Ahora pues, oh Dios nuestro, oye la oración de tu siervo y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario desolado, por amor del Señor.
18 Inclina, oh Dios mío, tu oído y oye; abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no derramamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
19 Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, oh Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, oh Dios mío, porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
20 Y aún estaba hablando, y orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios,
21 y aún estaba hablando en oración cuando Gabriel, el varón a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora de la ofrenda de la tarde.
22 Y me hizo entender, y habló conmigo y dijo: Daniel, ahora he venido para darte prudencia y entendimiento.