4 Ahora, pues, cuídate, te ruego, y no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda.
5 Porque he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el vientre, y él comenzará a librar a Israel de manos de los filisteos.
6 Y la mujer fue y se lo contó a su marido, diciendo: Un varón de Dios vino a mí, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde venía ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre.
7 Y me dijo: He aquí que tú concebirás y darás a luz un hijo; y ahora, no bebas vino, ni sidra ni comas cosa inmunda, porque este niño desde el vientre será nazareo para Dios hasta el día de su muerte.
8 Entonces oró Manoa a Jehová y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste regrese ahora a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer.
9 Y Dios oyó la voz de Manoa, y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, estando ella en el campo; mas su marido Manoa no estaba con ella.
10 Y la mujer corrió prontamente y avisó a su marido, diciéndole: He aquí que se me ha aparecido aquel varón que vino a mí el otro día.