3 Y dije al rey: ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desolada y sus puertas consumidas por el fuego?
4 Y me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos,
5 y dije al rey: Si le place al rey, y si tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
6 Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Hasta cuándo durará tu viaje y cuándo volverás? Y le agradó al rey enviarme, y yo le señalé un plazo.
7 Además le dije al rey: Si al rey le place, que se me den cartas para los gobernadores del otro lado del Río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá;
8 y carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para hacer las vigas de las puertas de la fortaleza de la casa, y para el muro de la ciudad y para la casa donde entraré. Y el rey me lo concedió, pues la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí.
9 Y fui luego a los gobernadores del otro lado del Río y les di las cartas del rey. Y el rey había enviado conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo.