8 Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella gran ciudad, porque ella ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
9 Y un tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
10 éste también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vertido puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero.
11 Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
14 Y miré, y he aquí una nube blanca; y sentado sobre la nube, uno semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.