11 Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a llamar y le dijo:—Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tus manos.
12 Ella respondió:—¡Vive Jehová, tu Dios, que no tengo pan cocido!; solamente tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego moriremos.
13 Elías le dijo:—No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo.
14 Porque Jehová, Dios de Israel, ha dicho así: “La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.”
15 La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días.
16 No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por medio de Elías.
17 Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa. La enfermedad fue tan grave que se quedó sin aliento.