31 Entonces sus siervos le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongámonos, pues, ropas ásperas encima, y sogas en nuestros cuellos, y vayamos ante el rey de Israel, a ver si por ventura te salva la vida.»
32 Se vistieron, pues, con ropas ásperas y se pusieron sogas al cuello. Luego se presentaron ante el rey de Israel y le dijeron:—Tu siervo Ben-adad dice: “Te ruego que me perdones la vida.”—Si él vive aún, mi hermano es —respondió el rey.
33 Esto lo tomaron aquellos hombres como un buen augurio, por lo que se apresuraron a tomarle la palabra y le dijeron:—Tu hermano Ben-adad vive.—Id y traedlo —dijo el rey.Ben-adad entonces se presentó ante Acab, y él lo hizo subir en un carro.
34 Ben-adad le dijo:—Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré. Hazte mercados en Damasco, como mi padre los hizo en Samaria.—Por mi parte, yo —dijo Acab— te dejaré partir con este pacto.Hizo, pues, un pacto con él, y lo dejó ir.
35 Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero, por orden de Dios:—Hiéreme ahora.Pero el otro no quiso herirlo.
36 Él le dijo:—Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, te atacará un león cuando te apartes de mí.Y cuando se apartó de él, le salió al encuentro un león y lo mató.
37 Luego se encontró con otro hombre, y le dijo:—Hiéreme ahora.El hombre le dio un golpe y le hizo una herida.