24 Todos los hombres de Israel que veían a aquel hombre huían de su presencia y sentían gran temor.
25 Y cada uno de los de Israel decía: «¿No habéis visto a aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que lo venza, el rey le proporcionará grandes riquezas, le dará a su hija y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel.»
26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo:—¿Qué harán al hombre que venza a este filisteo y quite el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?
27 El pueblo le repitió las mismas palabras, diciendo: «Así se hará al hombre que lo venza.»
28 Al oírlo hablar así con aquellos hombres, Eliab, su hermano mayor, se encendió en ira contra David y le dijo:—¿Para qué has descendido acá? ¿A quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón; has venido para ver la batalla.
29 —¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? —dijo David.
30 Y, apartándose de él, se dirigió a otros y les preguntó de igual manera; y el pueblo le dio la misma respuesta de antes.