20 Que no caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes.
21 Entonces dijo Saúl:—He pecado; vuelve, David, hijo mío, que ya no te haré ningún mal, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He obrado neciamente, he cometido un gran error.
22 David respondió:—Aquí está la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela.
23 Que Jehová pague a cada uno según su justicia y su lealtad, pues Jehová te había entregado hoy en mis manos, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.
24 Del mismo modo que tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.
25 Y Saúl dijo a David:—Bendito seas tú, David, hijo mío; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás.Entonces David siguió su camino, y Saúl regresó a su lugar.