2 Se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, del menor hasta el mayor, pero a nadie habían dado muerte, sino que se los llevaron y siguieron su camino.
3 Llegó, pues, David con los suyos a la ciudad, y se encontró que estaba quemada, y que sus mujeres, sus hijos e hijas, habían sido llevados cautivos.
4 Entonces David y la gente que lo acompañaba lloraron a voz en cuello, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.
5 Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel, también habían sido llevadas cautivas.
6 David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y por sus hijas. Pero David halló fortaleza en Jehová, su Dios,
7 y dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec:«Te ruego que me acerques el efod».Abiatar acercó el efod a David,
8 y David consultó a Jehová diciendo:—¿Perseguiré a esta banda de salteadores? ¿Los podré alcanzar?Él le dijo:—Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos.