7 Respondió Saúl a su criado:—Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué le podemos dar?
8 Entonces replicó el criado y dijo a Saúl:—Mira, tengo aquí en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al varón de Dios, para que nos indique el camino.
9 (Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía: «Venid y vamos al vidente»; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)
10 Dijo entonces Saúl a su criado:—Dices bien; anda, vamos.Y se fueron a la ciudad donde estaba el varón de Dios.
11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, hallaron unas jóvenes que salían por agua, a las cuales dijeron:—¿Está en este lugar el vidente?
12 Ellas les respondieron:—Sí; aquí está. Daos prisa pues precisamente ha venido a la ciudad en atención a que el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.
13 En cuanto entréis en la ciudad, buscadlo, antes que suba al lugar alto a comer; pues el pueblo no comerá hasta que él haya llegado, por cuanto él es el que bendice el sacrificio; después de esto comen los convidados. Subid, pues, ahora, porque ahora lo hallaréis.