25 Partió, pues, y llegó al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi:—Ahí viene la sunamita.
26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: “¿Te va bien a ti? ¿Les va bien a tu marido y a tu hijo?”—Bien —dijo ella.
27 Cuando llegó adonde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Giezi se acercó para apartarla, pero el varón de Dios le dijo:—Déjala, porque su alma está muy angustiada y Jehová me ha ocultado el motivo; no me lo ha revelado.
28 Ella dijo:—¿Acaso le pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije yo que no te burlaras de mí?
29 Eliseo dijo entonces a Giezi:—Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y ve. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pondrás mi bastón sobre el rostro del niño.
30 La madre del niño dijo:—¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré!
31 Eliseo se levantó entonces y la siguió. Giezi se había adelantado a ellos y había puesto el bastón sobre el rostro del niño, pero éste no tenía voz ni daba señales de vida; así que volvió a encontrarse con Eliseo y le dijo:—El niño no despierta.