34 Entró luego Jehú, y después que comió y bebió, dijo:—Id ahora a ver a aquella maldita y sepultadla, pues es hija de rey.
35 Pero cuando fueron a sepultarla no hallaron de ella más que la calavera, los pies y las palmas de las manos.
36 Entonces regresaron a comunicárselo. Y él dijo:—Ésta es la palabra que Dios pronunció por medio de su siervo Elías, el tisbita: “En la heredad de Jezreel se comerán los perros las carnes de Jezabel.
37 El cuerpo de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pueda decir: ‘Ésta es Jezabel.’”