10 Yo entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída. Tomé la corona que llevaba sobre su cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, y se los he traído aquí a mi señor.
11 Entonces David, tirando de sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él.
12 Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada.
13 David preguntó luego a aquel joven que le había traído la noticia:—¿De dónde eres tú?—Soy hijo de un extranjero, amalecita —respondió él.
14 —¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? —le dijo David.
15 Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo:—Ve y mátalo.Él lo hirió, y murió,
16 mientras David decía:—Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, al decir: “Yo maté al ungido de Jehová.”