18 Al séptimo día murió el niño. Los siervos de David temían hacerle saber que el niño había muerto, comentando entre sí: «Cuando el niño aún vivía, le hablábamos y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto?»
19 Pero David, viendo a sus siervos hablar entre sí, comprendió que el niño había muerto; por lo que preguntó David a sus siervos:—¿Ha muerto el niño?—Ha muerto —respondieron ellos.
20 David se levantó entonces de la tierra, se lavó y se ungió; cambió sus ropas, entró a la casa de Jehová y adoró. Después vino a su casa y pidió que le pusieran pan, y comió.
21 Sus siervos le dijeron:—¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas; cuando murió, te levantaste y comiste pan.
22 David respondió:—Mientras el niño aún vivía, yo ayunaba y lloraba, diciéndome: “¿Quién sabe si Dios tenga compasión de mí y viva el niño?”
23 Pero ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy hacia él, pero él no volverá a mí.
24 David consoló a Betsabé, su mujer, se llegó a ella y durmió con ella. Ella le dio a luz un hijo y le puso por nombre Salomón. Jehová lo amó,