5 Entonces Joab entró en la casa donde estaba el rey y le dijo: «Hoy has cubierto de vergüenza el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y de tus concubinas,
6 amando a los que te aborrecen y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento.
7 Levántate pues, ahora, sal y habla bondadosamente a tus siervos; juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto será peor para ti que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora.»
8 Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta. Cuando se avisó a todo el pueblo: «El rey está sentado a la puerta», vino todo el pueblo delante del rey.Mientras, los de Israel habían huido cada uno a su tienda.
9 Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: «El rey nos ha librado de manos de nuestros enemigos y nos ha salvado de manos de los filisteos; pero ahora ha huido del país por miedo de Absalón.
10 Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey?»
11 Entonces el rey David mandó decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Hablad a los ancianos de Judá y decidles: “¿Por qué vais a ser vosotros los últimos en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerlo volver a su casa?