8 Pero él no quiso, y dijo a la mujer de su amo:—Mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mis manos todo lo que tiene.
9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?
10 Hablaba ella a José cada día, pero él no la escuchaba para acostarse al lado de ella, para estar con ella.
11 Pero aconteció un día, cuando entró él en casa a hacer su oficio, que no había nadie de los de casa allí.
12 Entonces ella lo asió por la ropa, diciendo:—Duerme conmigo.Pero él, dejando su ropa en las manos de ella, huyó y salió.
13 Cuando ella vio que le había dejado la ropa en sus manos y había huido fuera,
14 llamó a los de casa, y les dijo:—Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciera burla de nosotros. Ha venido a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces.