1 Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.
2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial,
3 pues así seremos hallados vestidos y no desnudos.
4 Asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía.