9 y diciendo luego: «He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad», quita lo primero para establecer esto último.
10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11 Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.
12 Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.
13 Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
14 Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo, porque después de haber dicho: