23 Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. De cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre.
24 »El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor.
25 Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!
26 »Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse.
27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
28 No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre.