9 le decía:«¿Por qué te dejas guiar por quienes te dicen que yo te busco para hacerte daño?
10 Comprueba por ti mismo que el Señor te puso hoy en mis manos, allí dentro de la cueva. Mis hombres me insistían que te matara, pero yo te perdoné, pues me dije: “No puedo hacerle ningún mal a mi señor, porque Dios lo consagró como rey.”
11 Mira, padre mío: aquí en mi mano tengo el borde de tu manto. Yo lo corté, y no te maté. Date cuenta de que nunca te he traicionado, y tampoco te he hecho ningún mal; sin embargo, tú me andas persiguiendo con la intención de matarme.
12 Que el Señor nos juzgue a los dos, y que él me vengue de ti, pero yo nunca levantaré mis manos contra ti.
13 Recuerda el antiguo proverbio: “De los malvados proviene la maldad”. Así que yo nunca levantaré mi mano contra ti.
14 ¿A quién anda persiguiendo el rey de Israel? ¿A quién busca? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?
15 ¡Que el Señor sea el juez que nos juzgue a los dos! ¡Que vea él mi causa y la defienda, y me defienda de ti!»