8 El rey le dijo a la mujer:«Regresa a tu casa, que yo voy a dar instrucciones acerca de ti.»
9 Pero la mujer le respondió:«Rey y señor mío: Si la familia de mi padre y yo hemos hecho mal, que la culpa recaiga sobre nosotros; pero que no se culpe de esto a Su Majestad ni a su reino.»
10 Y David le dijo:«Si alguien te culpa de algo, hazlo que comparezca ante mí, y no volverá a molestarte.»
11 Pero la mujer añadió:«Ruego a Su Majestad consultar al Señor su Dios, para que quien quiere tomar venganza no empeore las cosas matando a mi hijo.»Y el rey respondió:«Juro por el Señor que tu hijo no va a perder un solo pelo de su cabeza.»
12 Ella volvió a decir:«Ruego a Su Majestad permitir a esta su humilde sierva decir una sola palabra más.»Y el rey le dijo:«Te escucho.»
13 Entonces ella dijo:«¿Por qué Su Majestad se propone perjudicar al pueblo de Dios? Con lo que Su Majestad ha dicho, Su Majestad misma se condena, pues no permite volver a su hijo desterrado.
14 Todos tenemos que morir. Somos como el agua cuando se derrama en el suelo, que ya no se puede recoger. Pero Dios, lejos de quitarnos la vida, pone los medios para que nos volvamos a él, si nos hemos alejado.