7 ¿Acaso no era ésta para ustedes la ciudad alegre, la ciudad antigua que plantó sus pies en lugares lejanos?
8 ¿Quién decretó esto contra Tiro, la ciudad que repartía coronas, cuyos negociantes y mercaderes eran príncipes y nobles de la tierra?
9 Lo decretó el Señor de los ejércitos, para abatir la soberbia de los encumbrados y humillar a los poderosos de la tierra.
10 Surca tu tierra como un río, hija de Tarsis, porque tu poder se ha terminado.
11 El Señor extendió su mano sobre el mar e hizo temblar los reinos, y ordenó que las fortalezas de Canaán fueran destruidas.
12 Y dijo: «Ciudad de Sidón, oprimida jovencita; no volverás a divertirte. Levántate y pasa a Quitín, que tampoco allí hallarás reposo.
13 ¡Mira el país de los caldeos! Ese pueblo no existía; Asiria lo fundó para los habitantes del desierto. Ellos levantaron fortalezas, y edificaron palacios, pero él lo convirtió en ruinas.»