11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre.
12 Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor,
13 porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad.
14 Háganlo todo sin murmuraciones ni peleas,
15 para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo,
16 aferrados a la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano.
17 Y aunque mi vida sea derramada en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de ustedes, me gozo y regocijo con todos ustedes.