38 Entonces les dijo: «Quédense aquí, y velen conmigo, porque siento en el alma una tristeza de muerte.»
39 Unos pasos más adelante, se inclinó sobre su rostro y comenzó a orar. Y decía: «Padre mío, si es posible, haz que pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú.»
40 Luego volvió con sus discípulos, y como los encontró durmiendo, le dijo a Pedro: «¿Así que no han podido mantenerse despiertos conmigo ni una hora?
41 Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, y dijo: «Padre mío, si esta copa no puede pasar de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.»
43 Una vez más fue y los halló durmiendo, porque los ojos se les caían de sueño.
44 Entonces los dejó y volvió a irse, y por tercera vez oró con las mismas palabras.