34 diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
36 Y todos estaban asombrados, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se divulgaba por todos los lugares contiguos.
38 Y levantándose, salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba con una gran fiebre; y le rogaron por ella.
39 Y acercándose a ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó; y al instante ella se levantó y les servía.
40 Y a la puesta del sol, todos aquellos que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a Él; y Él ponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.