24 Y Jesús fue con él, y mucha gente le seguía, y le apretaban.
25 Y una mujer que padecía flujo de sangre por ya doce años,
26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y no había mejorado, antes le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud y tocó su manto.
28 Porque decía: Si tan sólo tocare su manto, seré sana.
29 Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 Y enseguida Jesús, sabiendo en sí mismo el poder que había salido de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mi manto?