1-2 Mientras estaba en una isla lejana, Antíoco, el hijo del rey Demetrio Segundo, envió una carta a Simón, jefe de los sacerdotes y gobernador de los judíos. La carta también iba dirigida a todo el pueblo judío, y decía lo siguiente:«Yo, el rey Antíoco Séptimo, saludo a Simón Macabeo, jefe de los sacerdotes y gobernador de la nación judía, y a todo su pueblo.
3 »Un grupo de gente muy mala se ha apoderado del reino de mis antepasados. Por eso he decidido reclamar lo que es mío, para que todo vuelva a ser como antes. Para conseguirlo, ya reuní un gran ejército y muchos barcos de guerra.
4 Lo que quiero es llegar a mi país para vengarme de los que tanto daño le han hecho a mi reino, pues han destruido muchas de sus ciudades.
5 »Por eso, ahora te doy mi palabra de que seguirás teniendo las ventajas que te dieron los reyes anteriores. Es decir, que no tendrás que pagar impuestos,
6 y podrás hacer tus propias monedas para usarlas en tu país.
7 Los habitantes de la ciudad de Jerusalén y los que asisten al templo podrán disfrutar de su libertad. Las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido seguirán siendo tuyas.
8 Te perdono todo lo que le debes a mi reino hasta el día de hoy. De igual manera, desde ahora, te perdono cualquier deuda que llegues a tener en el futuro.