26 Entonces Simón Macabeo le envió a Antíoco, plata, oro, armas y dos mil de sus mejores soldados para que lo ayudaran.
27 Pero Antíoco no sólo se negó a recibirlos, sino que rompió todos los acuerdos de paz que había hecho con Simón.
28 Además, envió a uno de sus amigos, llamado Atenobio, para que hablara con Simón y le dijera:«Ustedes se han hecho dueños de Jope, Guézer y del cuartel de Jerusalén. Sepan que esas ciudades son mías, pues pertenecen a mi reino.
29 Además, se han apoderado de muchos pueblos de mi reino y los han destruido. Y como si eso fuera poco, han causado mucho daño al país.
30 Por lo tanto devuélvanme mis ciudades y entréguenme los impuestos que les han cobrado a las poblaciones que están fuera de Judea.
31 Si no lo hacen, deberán pagarme treinta y tres mil kilos de plata a cambio de las ciudades, como pago por todo el daño que le hicieron a la tierra, y por los impuestos de esas ciudades. Si no cumplen con esto, les declararé la guerra».
32 Atenobio llegó a Jerusalén, y cuando vio las riquezas de Simón Macabeo, su vajilla de oro y plata, y todo el lujo que lo rodeaba, quedó sorprendido. Entonces le comunicó el mensaje del rey.