30 Por lo tanto devuélvanme mis ciudades y entréguenme los impuestos que les han cobrado a las poblaciones que están fuera de Judea.
31 Si no lo hacen, deberán pagarme treinta y tres mil kilos de plata a cambio de las ciudades, como pago por todo el daño que le hicieron a la tierra, y por los impuestos de esas ciudades. Si no cumplen con esto, les declararé la guerra».
32 Atenobio llegó a Jerusalén, y cuando vio las riquezas de Simón Macabeo, su vajilla de oro y plata, y todo el lujo que lo rodeaba, quedó sorprendido. Entonces le comunicó el mensaje del rey.
33 Simón Macabeo le respondió:«No hemos ocupado ninguna tierra que no sea nuestra, ni nos hemos robado lo ajeno. Lo que hicimos fue recuperar los lugares que nos habían dejado nuestros antepasados, que por un tiempo estuvieron bajo el poder de nuestros enemigos.
34 Lo único que hicimos fue aprovechar el momento favorable para recuperarlos.
35 Los habitantes del puerto de Jope y de la ciudad de Guézer siempre nos estaban haciendo daño, y por eso los conquistamos. Pero ya que usted reclama esos lugares, le daremos por ellos tres mil trescientos kilos de plata».
36 Aunque Atenobio estaba muy enojado, no dijo nada, pero fue de inmediato a contarle al rey Antíoco lo que había dicho Simón. También le informó acerca de las riquezas y lujos que había visto. Entonces el rey se enojó muchísimo.