27 El rey Antíoco se enojó muchísimo por los triunfos de Judas Macabeo. Como Antíoco tenía un ejército muy grande y poderoso, ordenó que se reunieran todas las fuerzas militares de su imperio.
28 Sacó de sus tesoros el dinero para pagarles a los soldados el salario de todo un año, y les ordenó que estuvieran listos para salir a pelear en cualquier momento.
29 Pero entonces vio que ya no le quedaba más dinero, y que habían disminuido los impuestos que le pagaban las provincias. Esto había sucedido a causa de las peleas y miseria que el mismo rey había provocado, pues había obligado a la gente a abandonar sus costumbres y leyes antiguas.
30 Antíoco acostumbraba gastar mucho y dar regalos costosos; por eso le dio miedo quedarse sin dinero, como ya le había pasado antes.
31 Para resolver este problema, decidió ir a Persia a cobrar los impuestos de esos lugares, y reunir una gran cantidad de dinero.
32 Antes de partir, el rey dejó a un hombre de la familia real a cargo de todos los asuntos del reino, el cual se extendía desde el río Éufrates hasta Egipto. Ese hombre se llamaba Lisias, y era muy importante.
33 El rey le pidió que cuidara a su hijo, que también se llamaba Antíoco,