42 Judas y sus hermanos se dieron cuenta del peligro en que se encontraban, pues ya el ejército enemigo había colocado su campamento dentro del país. También supieron que el rey había mandado destruir por completo a la nación.
43 A pesar de todo, se animaron unos a otros con estas palabras: «¡Vamos a luchar por nuestro país y por el templo! ¡Libremos a nuestro pueblo de sus sufrimientos!»
44 Entonces todo el pueblo se preparó para salir a pelear, y le pidieron a Dios que tuviera misericordia y compasión de ellos, y decían:
45 «No hay gente en Jerusalén,la ciudad parece un desierto;nadie entra ni sale por sus portones.Le han faltado el respeto al templo;sólo extranjeros viven en la ciudad.Ahora Jerusalén está habitadapor gente que no cree en Dios.Israel ha perdido su alegríay ya no hay música en sus calles».
46 Los israelitas se reunieron para orar en el pueblo de Mispá, que está cerca de la ciudad de Jerusalén. Mucho tiempo antes, Mispá había sido un lugar de oración para los israelitas.
47 Ese día no comieron nada, y para mostrar su tristeza rompieron sus ropas, se echaron ceniza sobre la cabeza y se pusieron ropas ásperas.
48 Los de otras naciones acostumbran pedir a sus ídolos que los guíen, pero los israelitas leyeron el libro de la ley, para que Dios les enseñara lo que debían hacer.