35 Al ver Lisias que Judas y los israelitas eran muy valientes y que no les importaba morir, huyó hacia Antioquia, la capital de su país. Allí contrató más soldados para formar un ejército más grande y volver a Judea para pelear contra los israelitas.
36 Después de vencer a sus enemigos, Judas y sus hermanos decidieron ir a purificar el templo, para dedicarlo de nuevo a Dios.
37 Todos los soldados del ejército se reunieron y fueron a Jerusalén.
38 Al llegar, encontraron el templo abandonado y en ruinas: en el altar se habían presentado ofrendas a otros dioses, las puertas habían sido quemadas, los patios parecían un monte lleno de hierba, y los cuartos de los sacerdotes habían sido destruidos.
39 Al ver esto, los israelitas sintieron tanta tristeza que rompieron sus ropas, se echaron ceniza sobre sus cabezas
40 y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente. Al escuchar el sonido de las trompetas, todos pidieron ayuda a Dios con todas sus fuerzas.
41 Mientras Judas arreglaba el templo, sus soldados atacaron al ejército enemigo que estaba protegido tras las murallas de la ciudad.