35 Los repartieron entre las tropas, y por cada mil soldados pusieron un elefante. Los soldados estaban protegidos con corazas y cascos de bronce. El ejército también contaba con el apoyo de quinientos de los mejores soldados de caballería.
36 Los soldados no se apartaban de los elefantes, y seguían cada uno de sus movimientos.
37 Cada elefante llevaba encima una torre de madera, y en cada una de ellas iban tres guerreros, además del que guiaba al elefante.
38 A los demás soldados de caballería, el rey Antíoco Quinto los puso a los dos lados del ejército de infantería, para que defendieran a los batallones.
39 Cuando los rayos del sol pegaban en los escudos de oro y bronce, su reflejo se veía en las montañas, de modo que éstas parecían antorchas encendidas.
40 Una parte del ejército avanzaba desde lo alto de la montaña, y la otra desde el valle. Todos los soldados marchaban en orden y muy confiados.
41 Los israelitas sintieron mucho miedo porque aquél era un ejército enorme y muy poderoso.