5 Cuando Antíoco aún estaba en Persia, le informaron de la derrota del ejército que él había enviado a Judea.
6 Le dijeron que los israelitas se habían equipado muy bien con las armas y demás cosas que les habían quitado a los enemigos. Por eso Lisias, aunque había organizado un ejército muy numeroso, tuvo que huir.
7 También le contaron que los judíos habían destruido el horrible ídolo que él había puesto sobre el altar del templo de Jerusalén, que habían reconstruido las murallas del templo, dejándolas a la misma altura que tenían antes, y que además habían construido una muralla alrededor de la ciudad de Bet-sur.
8 Al oír estas noticias, y viendo que nada le salía como él quería, el rey Antíoco se entristeció. Fue tanto su pesar que se enfermó y tuvo que guardar reposo
9 por muchos días. Tan mal se sintió que pensó que se iba a morir.
10 Por eso, llamó a todos sus amigos y les dijo:«Estoy tan triste que ya no puedo dormir.
11 No termino de preguntarme por qué sufro tanto, si soy tan poderoso y apreciado por todos.