32 Pero unos quinientos soldados del ejército de Nicanor murieron en la batalla. Los que se salvaron corrieron a esconderse en el cuartel de Jerusalén.
33 Después de esto, Nicanor fue a Jerusalén. Al llegar, algunos de los sacerdotes y jefes del pueblo salieron a recibirlo amistosamente. Incluso le mostraron la ofrenda quemada que estaban presentando a favor del rey.
34 Pero Nicanor se burló de ellos, les escupió la cara, los insultó y les habló con mucha soberbia.
35 Lleno de rabia, les juró: «Si no me entregan a Judas y a su ejército ahora mismo, les juro que cuando termine la guerra, regresaré y quemaré este templo». Y se marchó muy enojado.
36 Los sacerdotes entraron al templo y se pararon frente al altar de las ofrendas y del Lugar Santo. Con lágrimas en los ojos, le dijeron a Dios:
37 «Dios nuestro,tú elegiste este templo,para que tu pueblo te adore.Tú lo elegiste para que tuvieraun lugar de oración.
38 ¡Dales su merecidoa ese hombre y a su ejército!¡Haz que mueran a filo de espada!¡No olvides que te han ofendido!¡No los dejes tranquilos!»