9 Ana dejó de comer, se levantó y se fue a orar al santuario. El sacerdote Elí estaba allí, sentado junto a la puerta.
10 Ana estaba tan triste que no dejaba de llorar. Por eso oró a Dios
11 y le hizo esta promesa:«Dios todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece, nunca se cortará el cabello».
12-13 Ana oraba a Dios en silencio. Elí la veía mover los labios, pero como no escuchaba lo que decía, pensó que estaba borracha.
14 Por eso le dijo:—¿No te da vergüenza estar borracha? ¡Deja ya la borrachera!
15-16 Pero Ana le respondió:—Señor mío, no crea usted que estoy borracha. No he bebido vino ni cerveza. Estoy muy triste, y por eso estoy aquí suplicándole a Dios que me responda.
17 Entonces Elí le contestó:—Vete tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido.