1 Más tarde, Samuel les dijo a todos los israelitas:
2-3 —Ustedes me pidieron un rey, y he cumplido su deseo: les he dado un rey, que de ahora en adelante los gobernará.»Desde que yo era joven, y hasta la fecha, he sido el jefe de ustedes, y mis hijos son parte del pueblo. Pero ya estoy viejo. Ha llegado el momento de que, delante de Dios y de su rey, me digan cómo me he portado.»¿Con quién he sido injusto? ¿A quién le he quitado algo con engaños, o a la fuerza? ¿De quién he recibido dinero para cometer injusticias? ¿A quién le he robado su buey, o su burro?»Si algo de esto he cometido contra cualquiera de ustedes, éste es el momento de decirlo; ¡éste es el momento de acusarme! Así pagaré mis deudas.
4 Pero ellos le respondieron:—Jamás nos has robado. Jamás nos engañaste, ni aceptaste nunca dinero para cometer injusticias.
5 Entonces Samuel les dijo:—Dios y el rey que él ha elegido son testigos de que ninguno de ustedes me acusa de nada.Y ellos respondieron:—Así es. Dios y el rey son testigos.
6-8 Después de esto, Samuel pronunció este sermón ante el pueblo:«Préstenme atención, que voy a hacer un recuento de las muchas veces que Dios los ha salvado a ustedes y a sus antepasados.»Después de que Jacob llegó a Egipto, los israelitas le rogaron a Dios que los librara de la esclavitud. Entonces Dios envió a Moisés y a Aarón, para que sacaran de Egipto a los antepasados de ustedes y los trajeran a esta tierra.
9 »Sin embargo, ellos se olvidaron de su Dios. Por eso él permitió que los dominaran Sísara, el jefe del ejército de Hasor, los filisteos y el rey de Moab.