1 Cuando Saúl dejó de perseguir a los filisteos, le dijeron: «David está en el desierto de En-gadi».
2 Saúl tomó entonces a los tres mil mejores soldados de su ejército, y se fue al lugar conocido como Cerro de las cabras monteses, para buscar a David.
3 Llegó a un lugar donde había una cueva. Allí los pastores acostumbraban encerrar sus ovejas, y allí también estaban escondidos David y su gente.Saúl entró en la cueva para hacer sus necesidades.
4-7 Entonces los hombres de David le dijeron:—¿Te acuerdas que Dios te prometió que te vengarías de tu enemigo, y que le harías lo que quisieras? Pues bien, ¡ahora es cuando debes hacerlo!Pero David les respondió:—¡Que Dios me libre de hacerle algo a mi señor el rey! ¡Nunca le haré daño, pues Dios mismo lo eligió como rey! ¡Sobre su cabeza se derramó aceite, como señal de la elección de Dios!Y aunque David les prohibió a sus hombres atacar a Saúl, él mismo se acercó en silencio a donde estaba Saúl, y cortó un pedazo de la orilla de su manto. Sin embargo, más tarde pensó que no debía haberlo hecho.En cuanto Saúl terminó, se levantó y salió de la cueva para seguir su camino.
8 Pero cuando ya se alejaba, David salió de la cueva y le gritó:—¡Mi señor y rey!Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó de cara al suelo,
9 y le dijo:—¿Por qué Su Majestad le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?
10 Como usted mismo podrá ver, hoy Dios me dio la oportunidad de matarlo aquí mismo, en la cueva. Algunos de mis hombres me insistían que lo matara, pero yo no quise hacerlo. No quise hacerle ningún daño porque Su Majestad es mi rey. ¡Dios mismo lo eligió!