1-4 En aquellos tiempos, Dios se comunicaba muy pocas veces con la gente y no le daba a nadie mensajes ni visiones. Por su parte, el niño Samuel servía a Dios bajo la dirección de Elí, que ya casi estaba ciego.Una noche, poco antes de que se apagara la lámpara del santuario, Dios llamó a Samuel por su nombre. Elí y Samuel estaban ya acostados, cada uno en su habitación. Samuel dormía en el santuario, que es donde estaba el cofre del pacto de Dios.—¡Samuel, Samuel! —dijo Dios.
5 Samuel fue corriendo al cuarto de Elí y le dijo:—Aquí estoy. ¿En qué puedo servirle?Elí le respondió:—Yo no te llamé. Anda, vuelve a acostarte.Samuel fue y se acostó,
6 pero Dios volvió a llamarlo: «¡Samuel, Samuel!» Él se levantó y fue de nuevo a donde estaba Elí.—Aquí estoy —le dijo. ¿En qué puedo servirle?Elí le respondió:—Yo no te llamé, hijo mío. Anda, vuelve a acostarte.
7 Samuel estaba confundido porque aún no conocía la voz de Dios. Ésta era la primera vez que Dios le hablaba.
8 Por tercera vez Dios lo llamó: «¡Samuel, Samuel!» Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo:—Aquí estoy. ¿En qué puedo servirle?En ese momento Elí comprendió que era Dios quien llamaba al niño,
9 así que le dijo:—Anda a acostarte. Si oyes otra vez que te llaman, contesta así: “Dime, Dios mío, ¿en qué puedo servirte?”Samuel volvió a acostarse,