4 Cuando estaba a punto de comenzar la batalla, Abiam subió a la parte más alta de Semaraim, que está en la montaña de Efraín, y gritó:«¡Jeroboam! ¡Soldados de Israel! ¡Escúchenme!
5 ¿Acaso no recuerdan que Dios hizo un pacto con David y sus descendientes, y les prometió que ellos reinarían sobre Israel por siempre?
6 »Sin embargo, tú, Jeroboam, que no eras más que un sirviente de Salomón, te pusiste en su contra.
7 Te has rodeado de un grupo de malvados, buenos para nada. Son los mismos que mal aconsejaron a Roboam, el hijo de Salomón, y como él era muy joven e indeciso, no pudo enfrentarse a ellos.
8 »Dios reina en Israel por medio de los descendientes de David. Pero ahora ustedes creen que podrán vencer a nuestro Dios. Confían en que son muchísimos, y creen que les ayudarán sus dioses, ¡esos toros de oro que Jeroboam les hizo!, creen que podrán vencer a nuestro Dios.
9 »Además, ustedes han expulsado a los sacerdotes y a sus ayudantes, a los cuales Dios había elegido, ¡y han nombrado a sus propios sacerdotes! Se están comportando como los pueblos que no conocen al Dios verdadero: nombran como sacerdote de esos dioses falsos a cualquier fulano que traiga como ofrenda un ternero y siete carneros.
10 »Nosotros, al contrario, adoramos a nuestro Dios, y no lo hemos traicionado. Nuestros sacerdotes son los descendientes de Aarón, y sus ayudantes son de la tribu de Leví, a quienes Dios eligió para que le sirvieran.