26 Eliaquim, Sebná y Joah le dijeron al oficial asirio:—Por favor, no nos hable usted en hebreo. Háblenos en arameo, porque todos los que están en la muralla de la ciudad nos están escuchando.
27 El oficial asirio les respondió:—El rey de Asiria me envió a hablarles a ellos y no a ustedes ni a Ezequías, porque ellos, lo mismo que ustedes, se van a quedar sin comida y sin agua. Será tanta el hambre y la sed que tendrán, que hasta se comerán su propio excremento, y se beberán sus propios orines.
28 Después el oficial asirio se puso de pie y gritó muy fuerte en hebreo:«Escuchen lo que dice el gran rey de Asiria:
29 “No se dejen engañar por Ezequías, porque él no puede salvarlos de mi poder.
30 Si les dice que confíen en Dios porque él los va a salvar,
31 no le crean. Hagan las paces conmigo y ríndanse. Entonces podrán comer las uvas de su propio viñedo, los higos de sus árboles y beber su propia agua.
32 Después los llevaré a un país parecido al de ustedes, donde hay trigo, viñedos, olivos y miel. Allí podrán vivir bien y no morirán. No escuchen a Ezequías, pues él los engaña al decirles que Dios los va a salvar.