37 La mujer se acercó y se arrojó a los pies de Eliseo. Luego tomó a su hijo y salió de la habitación.
38 Después de esto, Eliseo volvió a Guilgal. Por esa época no había qué comer en la región, y todos pasaban hambre. Un día, Eliseo estaba sentado con los profetas, y le dijo a su sirviente: «Prepara en la olla grande un guiso».
39 Uno de los profetas, que había ido al campo para juntar hierbas, encontró un arbusto silvestre, cuyos frutos eran como calabazas. Llenó su capa con ellas, y cuando llegó a la casa las cortó y las puso en el guiso sin saber qué eran.
40 Después sirvieron el guiso a los profetas para que lo comieran. Mientras comían, ellos gritaron: «¡Eliseo, hombre de Dios, el guiso está envenenado!»No pudieron comerlo,
41 pero Eliseo dijo: «¡Traigan harina!»Ellos se la llevaron, y Eliseo la echó en la olla, y ordenó: «Sírvanles de comer».Esta vez todos comieron y no les hizo daño.
42 Después llegó un hombre que venía de Baal-salisá, trayéndole a Eliseo veinte panes de cebada, hechos con harina de la primera cosecha, y además le llevó trigo fresco en una bolsa. Eliseo le dijo a su sirviente:—Dale a los profetas para que coman.
43 Pero su sirviente dijo:—¿Cómo hago para repartir esto entre cien personas?Eliseo le repitió:—Dáselos para que coman, porque Dios ha dicho: “Ellos van a comer, y aun sobrará”.