1-2 Alguien fue a decirle a Joab que el rey estaba muy triste, y que lloraba mucho por la muerte de Absalón. Cuando los soldados de David lo supieron, dejaron de celebrar la victoria y guardaron luto;
3 además, entraron a la ciudad a escondidas, como si hubieran perdido la guerra.
4 Mientras tanto, el rey David se cubría la cara, y a gritos lloraba diciendo: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío!»
5 Joab fue entonces al palacio y le dijo al rey:«Hoy Su Majestad ha puesto en vergüenza a todos los oficiales y soldados que le salvaron la vida, y que salvaron también la vida de sus hijos, hijas y esposas.
6 Por lo visto, Su Majestad ama a los que le odian y odia a los que le aman. Hoy nos ha demostrado usted que sus oficiales y soldados no le importamos nada. Su Majestad estaría muy feliz si Absalón estuviera vivo, aunque todos nosotros estuviéramos muertos.
7 »Me permito sugerir que salga usted ahora mismo y anime a su ejército. De lo contrario, le juro a usted por Dios que para mañana no habrá nadie que lo apoye. ¡Y eso será peor que todos los males que usted haya tenido desde su juventud!»
8 Entonces el rey se levantó y ocupó su trono a la entrada de la ciudad de Mahanaim. Cuando sus soldados lo supieron, todos ellos marcharon ante él.Mientras tanto, todos los israelitas habían huido a sus casas,