2 Cuando vi que los saltamontes se estaban comiendo hasta la hierba, le rogué a Dios:—¡Perdona a tu pueblo, Dios mío! ¿Cómo vamos a sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño?
3 Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo:—Está bien. No voy a mandar estos saltamontes contra ustedes.
4 Nuestro Dios me permitió ver el fuego con que pensaba castigarnos. Ese fuego quemaría toda la tierra, y también lo más profundo del mar.
5 Pero yo le rogué a Dios:—¡No lo hagas, Dios mío! ¿Cómo vamos a sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño?
6 Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo:—Está bien. Tampoco voy a mandar este fuego contra ustedes.
7 Nuestro Dios también me permitió verlo cuando estaba junto a un muro, con una plomada de albañil en la mano.
8 Me preguntó:—¿Qué es lo que ves, Amós?Yo le respondí:—Veo una plomada de albañil.Entonces Dios me dijo:—Con esta plomada voy a ver si mi pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.